Aunque esta última crisis económica ha empujado a la mayoría al ahorro, sorprende como la misma crisis ha despertado una tendencia que parece contraponerse a esa necesidad de ahorro cuando falla la economía. Esta tendencia es la búsqueda del producto de calidad, que aunque es más caro, es más duradero.
Parece que la última crisis económica nos ha obligado a mirar hacia los valores seguros, pues al no poder permitirnos perder la apuesta, apostamos por materiales nobles, piezas duraderas y de calidad, en cada objeto que introducimos en el hogar.
Justo en el momento en el que el mueble económico o la decoración barata nos permitía cambiar la imagen del hogar cada poco tiempo, llega un periodo en el que no podemos realizar esa inversión, por pequeña que sea, tan a menudo. ¿Por qué no apostar entonces por el mueble de calidad y las piezas decorativas duraderas? Ese es el nuevo lujo que en realidad no lo es.
El nuevo lujo en decoración, tal y como lo entiendo yo personalmente, consiste en mirar al pasado, buscando esa antigua esencia perdida. No es el lujo de amontonar objetos y piezas sin sentido y sin necesidad. Se trata más bien, de buscar artículos duraderos como los fabricados en materiales nobles, desconfiar de lo barato y huir de lo caduco.
Es a través de esa base, como llegamos a valorar el pasado del que solo nos ha llegado precisamente lo duradero. El lujo pues, es no solo llenar el hogar de productos de calidad que puedan durarnos muchos años, sino rescatar útiles olvidados que no podían faltar en las casas de nuestros abuelos y abuelas, pero que hoy pueden parecer un lujo.
La vuelta del lujo no solo supone conseguir un buen sofá de calidad y materiales nobles para amueblar el salón, sino que también implica optar por un secreter en el despacho, un tocador en el dormitorio o un decantador en el mueble bar. Vuelve esa clase de lujo.