Por sus colores y sabor dulce, la fruta en sí misma debería ser suficientemente atractiva para la mesa, como para no necesitar disfrazarla. La sandía por ejemplo, tiene un vivo color rojo que sobre la mesa es capaz de llevarse todas las miradas. Pero con esta tendencia al dulce que no parece querer abandonarnos en tiempo, parece que si no tenemos tarta sobre la mesa…